Hipotecando el futuro, según Diego J. García Molina

Hipotecando el futuro

Si al leer el título del artículo de esta semana piensan que voy a hablar de la ingente deuda que acumula nuestro país, la cual aumenta día a día de forma vertiginosa desde hace décadas, y cada vez a mayor velocidad desde que nos gobiernan los socialistas de nuevo, se equivocan. Si no están de acuerdo con la frase anterior solo tienen que mirar algún gráfico de deuda pública; o con cifras, si así lo prefieren. Desde el año 2000, por ejemplo, o desde 1990. Los datos no mienten. De lo que hablo en esta ocasión es del sistema educativo español. Acabamos de conocer los resultados del Informe Pisa, donde se mide la capacidad del alumnado de casi todo el mundo. Capacidad para resolver problemas en los campos de las matemáticas, la lectura y las ciencias, con 15 destrezas evaluables, es decir, los resultados educativos actuales de cada país reflejado en los alumnos de 15 años. Seguro que podrán imaginar cómo le ha ido a nuestro país. Si han pensado que mal, aciertan: España ha obtenido los peores resultados de su historia, peores que los dos anteriores, luego la tendencia es descendente, vamos por mal camino, pero es que también son peores que los realizados en el año 2000, los primeros en los que participó nuestro país. El descenso en la calificación no solo nos sucede a nosotros, también en el resto de países de la OCDE exceptuando los asiáticos. ¿Casualidad? No lo creo.

Los que peores resultados obtienen, exceptuando Andalucía, son los alumnos catalanes, obviamente, como no puede ser de otra manera. Allí llevan cerca de 40 años con la inmersión lingüística, un disparate educativo, como así indican todos los que se han tomado la molestia de analizar esta obligatoriedad por usar un idioma que no es el materno ni el más utilizado por la mayoría de los alumnos, según las propias estadísticas del gobierno de la autonomía catalana. De ahí que todos los dirigentes que apuestan por este sistema no llevan a sus hijos a la escuela pública, porque quieren lo mejor para los suyos. Los demás que se fastidien. Cuando el dinero destinado a educación se dedica a hacer política, nada bueno puede salir de ahí. Es debido a ello que en el País Vasco no estén mucho mejor, los cuartos por la cola, solo superando a Canarias y a las otras dos comunidades autónomas anteriormente mencionadas. Los delirios identitarios, el cáncer que para una sociedad supone el nacionalismo, como bien saben en la Europa central y del este, derivan, inicialmente, en problemas económicos y educativos de esta índole. Veremos como terminan. Con respecto al resto de países y comunidades, el desplome de resultados se achaca al covid, como no; a la obsesión de nuestra juventud (y lo que no es juventud) por el uso de teléfonos móviles, a la poca implicación de los padres y a la poca exigencia del sistema educativo.

Yo, la verdad, vista la situación desde dentro y desde fuera, no estoy de acuerdo. Esos factores indicados por los expertos influyen, como no, aunque para mí es otra la causa subyacente. Estoy seguro de que los padres nunca han estado más implicados en la educación de los hijos que ahora. Ni se ha dispuesto de tanto dinero ni de profesionales más preparados. Distracciones siempre han tenido los chavales; y si no, se ponían a mirar la pared o a dibujar en la libreta y a otra cosa. ¿La poca exigencia del sistema educativo? En mi opinión es tan solo la consecuencia, no la causa real del problema. Los síntomas son la falta de esfuerzo y trabajo que se detecta en las clases. La verdadera causa es la falta de ambición. La falta de ambición que te hace no tener la suficiente motivación para esforzarte, trabajar, superarte, aprender, tanto conocimientos como destrezas, memorizar conceptos, pero también saber aplicarlos y realizar tareas prácticas; una de las dos partes por separado no es suficiente. La falta de ambición por haber perdido la esperanza de que unos buenos resultados académicos puedan ayudar en la escala social. La falta de ambición por vivir hasta avanzadas edades con los padres, con algunos o todos los gastos pagados, con ropa limpia y planchada, comida en la mesa, y muy pocas obligaciones. Cuando en una casa vivían 4 o más hermanos y la moral era bastante más estricta que ahora, todo el mundo estaba deseando independizarse económicamente para poder hacerlo de forma real a un nuevo hogar. Luchaban por ello con uñas y dientes. Había sacrificio. Hoy día, tienen tiempo. No hay prisa por terminar los estudios. El conformismo es la pauta a seguir. La falta de ambición les derrota antes de empezar la pelea. Hablo en general, por supuesto, siempre han existido casos excepcionales, y los seguirá habiendo, no obstante, es una tendencia general. Se trata de un problema de la sociedad que se refleja en todos los niveles. Estamos hipotecando el futuro de nuestra juventud. Para esta generación ya no hay remedio y no se ve en las formaciones políticas clásicas interés por revertirlo, más bien en empeorarlo como comprobamos con la última ley educativa.